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Kilian (castellano)


Recuerdo la primera vez que te vi en el hospital. Pese a ser prematuro movías los brazos y las piernas como si no hubiera un mañana, parecía que querías agarrar el mundo. Tres años después, el nervio sigue fluyendo en tu interior. No obstante y aunque a veces me alteras, es lo que te hace ser tú.


Los días que te recojo en el colegio veo la felicidad a través de tus ojos grandes y oscuros, aunque realmente estén llenos de brillo e inocencia. Vienes corriendo para darme un abrazo cálido mientras tu pelo corto, fino y castaño baila al son de la brisa.


-¡Tietaaa! -dices con los brazos abiertos.


Muchas veces te olvidas algo en clase. La maestra te llama, pero no la escuchas porqué tienes muchas ganas de hablar. Sin embargo, te lo explico y te acompaño de nuevo, lo recoges y se lo das a tu madre, mi hermana. Después, como no, empiezas a hablar de letras y números, tu mayor obsesión, la que nos tiene a todos fascinados. Recitas el abecedario en catalán, castellano e inglés y luego los números, quienes nos acompañan de camino al coche mientras les vamos hablando. No hay nada como la imaginación de un niño.


Me das tu pequeña, fina y delicada mano para cruzar la calle. Decimos a los números que se esperen y cuando es seguro cruzamos todos, algunas veces dando saltos.


Llegamos al coche, acomodo tu cuerpo delgado en la sillita, te quitas la mascarilla con rapidez y me siento a tu lado.


-Ahora vamos a casa, ¿a que sí, tieta? -me preguntas esbozando una gran sonrisa en tu fina y mofletuda cara.

-Sí, Kilian. Ahora vamos -le contesto risueña con un beso.

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