Al otro lado
- Anna Soler Soler
- 9 ene 2023
- 2 Min. de lectura

Te había visto otra vez. Estabas ahí, detrás del cristal empapado en gotas de lluvia que se deslizaban sinuosamente como la corriente de un río.
Un hormigueo me sacudió el cuerpo. Las manos, rojizas y cortadas por el frío, que agarraban la taza de café empezaban a entrar en calor, pero el temblor no cesaba. No pude evitar derramar un poco sobre el platillo blanco impecable bajo la taza; y aun así mis manos seguían agarradas a la porcelana.
Mi mirada se centraba en el café, negro como el carbón, que dibujaba ondas que se expandían en forma de círculo. Quería volver a mirar a través de la ventana. Sí, lo quería, pero no podía. Algo me impedía ver otra vez la misma imagen.
De repente, noté como algo me golpeaba en la espalda. Sacudí la cabeza del susto y me volteé. Era el camarero que, día tras día, cuando apenas había mesas a las que servir, se sentaba frente a mí y me dedicaba un sinfín de palabras amables. Ahora más que nunca las necesitaba. La gente a mi alrededor me miraba con rechazo, se apartaban. Normal, las pintas que llevaba no eran las mejores. Todo lo contrario. Quién me ha visto y quién me ve.
-¿Por qué se te ve asustada cuando miras por la ventana? -preguntó el camarero con cierto rasgo de preocupación en el rostro.
No contesté. Seguía impasible mirando el café. Sin embargo, el camarero rodeó mis manos con las suyas con delicadeza. Noté un calor acogedor que me embriagó. Cerré los ojos mientras dejaba que una lágrima se deslizara como la lluvia en el exterior.
-¿Qué es lo que temes ver? -insistió incorporándose todavía más hacia mí.
Levanté la cabeza y fijé la mirada triste en aquellos ojos oscuros y penetrantes como el café que reposaba en la taza. Inspiré profundamente y le contesté:
-A mí.
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