En busca del tesoro (Castellano)
- Anna Soler Soler
- 6 abr 2021
- 3 Min. de lectura

El sol abrasador y la brisa marítima se filtraban por las calles de Barcelona hasta llegar al colegio dónde asistían Marc y Laura, ambos de cinco años. Estaban en el recreo, sus compañeros se dispersaron para jugar. Pero ellos se quedaron en la barandilla vieja de madera mirando fijamente al horizonte. La brisa sacudió el pelo castaño de Laura, se lo apartó con la mano mientras hacía una mueca. Entretanto, los ojos azules de Marc emitían destellos incandescentes.
-Parece que estamos en el mar -dijo Marc asombrado-. Mira, una isla.
Señaló los matorrales llenos de suciedad que delimitaban la zona. Después de un barrido, se fijó que una de las maestras entraba por la puerta trasera, una reja vieja y que no cerraba bien. Marc agarró la mano de Laura y la condujo hasta allá.
-Ayer vi por la tele que unos piratas habían escondido un tesoro. ¿Quieres ir a buscarlo? -le preguntó con ilusión.
-¿Un tesoro? -contestó fascinada.
Salieron cogidos de la mano. Laura, asustada, miraba a su alrededor y hacía muecas por cada pitido de coche que escuchaba. Sin embargo, Marc le decía que eran los cañones de los barcos y le estrechó la mano con más fuerza. Laura miraba a las personas y edificios encogida por dentro, como si fuera una hormiga. No sabía cuánto tiempo llevaba caminando, pero empezaba a notarse cansada y se paró. Marc notó el tirón y se giró. Vio como sus ojos marrones empezaban a humedecerse mientras se agarraba el vestido con ambas manos. Miró a su alrededor y, como si un rayo perforara su mente, dijo:
-Mira, allí hay una cueva. -Señaló la boca de los ferrocarriles-. Nos llevará hacia el tesoro. Tenemos que darnos prisa, hay piratas que quieren hacerse con él.
Laura se fijó como la gente salía y entraba de la cueva a toda prisa. Se limpió las lágrimas y los mocos, y se pusieron en camino. Bajaron las escaleras con torpeza, sorteando a la marabunta hasta que llegaron a unas puertas mecánicas. Se abrían y cerraban cada vez que uno de los piratas ponía un papel en su interior.
-Esas puertas nos van a comer -dijo asustada.
- Es un prueba. También lo vi, hay que superar varias pruebas -le contestó para tranquilizarla.
Le estrechó la mano de nuevo y pasaron corriendo tras un pirata. Suspiraron de alivio y prosiguieron.
-Estamos cerca -dijo Marc-. Tenemos que esperar a la serpiente de agua.
Subieron al tren y se sentaron uno frente al otro, al lado de la ventana. Al principio, el paisaje era oscuro y lúgubre. Sin embargo, en unos minutos pudieron ver la luz y el paisaje. Laura se pegó al cristal con las dos manos y una gran sonrisa.
-¡Niños! -dijo una voz grave-. Tendréis que bajar a la siguiente parada.
- Nos han pillado -murmuró Marc de morros y cruzando los brazos.
Cuando se detuvo el tren, el hombre corpulento que les había hablado antes ayudó a los niños a bajar al andén. Los familiares les estaban esperando con preocupación y lágrimas en los ojos. Marc se quedó quieto, pero Laura se lanzó a los brazos de su madre.
-Mamá, estamos buscando un tesoro -dijo con el rostro iluminado-. Tenía miedo, pero Marc me ayudó. ¿Quieres venir con nosotros?
Los niños no habían sido conscientes que habían caminado por la ciudad y circulado en tren solos. Habían generado un gran revuelo entre la escuela y la familia. Sin embargo, para ellos había sido eso, un juego, una aventura.
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