Humos de misterio (Primera parte)
- Anna Soler Soler
- 18 jun 2020
- 7 Min. de lectura

Colgué el teléfono. Le di una última calada al cigarrillo con la intención de cargar pilas por lo que estaba por venir. Saqué el humo de un suspiro. “¿Un suicidio?”, pensé. Cogí el abrigo rápidamente y le hice un gesto a Tom para que me siguiera.
-Un hombre de 35 años ha sido hallado muerto en la calle. Presuntamente se podría tratar de un suicidio -le comenté a Tom aquello que se me había comunicado por teléfono mientras íbamos caminando con paso ligero hasta el coche.
Nos dirigíamos hacia el centro de la ciudad. Había muchos coches que impedían movernos con fluidez, aunque tuviéramos la sirena en marcha. No me gustaba el estrés que generaba la ciudad, ni el ruido ni la cantidad de gente. Sentía que trayectos de diez minutos se hacían eternos. Después de sortear a los ciudadanos curiosos, por fin llegamos. Al abrir la puerta noté como me golpeaba ese aire cargado y el olor a humo de coche de la ciudad. Estábamos en una de las avenidas más importantes donde crecían aquellos rascacielos que parecían gigantes metálicos. Aunque ya esté acostumbrado a la vida cosmopolita siempre impresiona ver esos edificios, parece que te hagan sentir como un grano de arena. Me encendí un cigarrillo, necesitaba tener la cabeza despejada. Me acerqué a la zona restringida con una cinta de color amarillo, justo a los pies de un edificio muy importante en el sector financiero. Había varios policías trabajando detenidamente en el perímetro, así que decidí acercarme hasta el encargado de policía quién, seguramente, ya habría hablado con los testigos mientras que Tom iba a analizar el cuerpo.
-Tenemos declaraciones de diferentes testigos, compañeros de trabajo y gente que vio lo sucedido y hemos llegado a la conclusión de que ha sido un suicidio -me dijo el encargado . El estrés laboral acabará con la existencia de la humanidad -añadió mientras ponía su mano en mi hombro mostrando un gesto de resignación en su cara.
Di un par de caladas rápidas al cigarrillo, lo tiré al suelo y me acerqué al cuerpo. El hombre que había quedado boca abajo en el suelo estaba encima de un charco de sangre que había teñido prácticamente toda la camisa blanca, solo había quedado intacta la parte posterior. “Muerte al impactar contra el suelo”, pensé. La teoría es evidente, pero mi intuición me decía que había algo más. Me acerqué para analizar mejor el cuerpo y observé las marcas de unas líneas finas y cortas en la camisa que apenas se veían, justo en la parte superior de la espalda. Me aparté del cuerpo para encenderme otro cigarrillo, en la primera calada un hormigueo recorrió todo mi cuerpo.
No había sido un suicidio, sino un asesinato. Aquellas marcas en la espalda podrían ser un indicio de que alguien le empujara desde lo alto de aquel enorme edificio. Me quedé observando el cuerpo, tomando notas en mi pequeño bloc, con la tapa de cuero negro, y haciendo algunas fotos durante unos minutos más. Después me dirigí hasta donde se encontraban Tom y el encargado, quienes parecían que estaban entablando una conversación sobre lo sucedido.
-Perdone, encargado. ¿Sería posible hablar con los compañeros de trabajo más cercanos y aquellos que estaban cerca durante la hora del incidente? -le pregunté amablemente mientras acababa de anotar unos apuntes sobre la ubicación en la que estábamos en mi bloc.
-No hay problema, pero, tal y como ya le hemos dicho, ya hemos hablado con todos ellos y tienen coartadas -me dijo mostrando un rostro de sorpresa.
Aún así, nos acompañó hasta las oficinas donde trabajaba la víctima, Liam Williams. No se distinguía de cualquier otro lugar donde un montón de oficinistas trabajaban ocho o más horas sin parar para llegar a fin de mes. Se podía ver todo muy bien distribuido en aquella estancia inmensa, donde las mesas estaban colocadas por hileras. Mientras caminábamos entre estas, me fijé que todos ellos, la mayoría hombres, estaban muy centrados en su trabajo y apenas volteaban su mirada a dos personas ajenas que, después de lo sucedido, aparecían en su lugar de trabajo.
-Veo que trabajan sin parar -le comenté al encargado.
-Sí, ese mismo comentario es el que le he hecho al jefe de departamento -me contestó fijando la mirada alrededor, como si buscara a alguien en concreto-. Se ve que no les dejan mucho tiempo de descanso y tienen que mantener un rendimiento adecuado, sino se van a la calle. Por eso la mayoría de ellos apenas se conocen.
-¿A qué se refiere? -le pregunté extrañado.
-Como mucho hacen amistad con las personas que tienen trabajando al lado, enfrente o atrás suyo -me contestó dejando ir un suspiro como si estuviera apenado.
Seguimos avanzando hasta que llegamos al otro lado de la estancia, donde había unas mesas más alargadas, con sillas mas cómodas y separadores entre los trabajadores, pudiendo tener un espacio más amplio y confortable para trabajar. Lo que me dio a pensar que estas personas de aquí tendrían un cargo más elevado.
Finalmente, llegamos a unos cubículos de cristal, donde en su interior habían despachos. Había un total de tres, dos en los lados un poco más pequeños y uno en medio de grandes dimensiones, el cual tenía la opción de correr unas cortinas para tener más privacidad. Me fijé que en la puerta del medio ponía: “Jefe de departamento”. El encargado se paró frente a la puerta y llamó con un par de golpes suaves. Enseguida nos respondieron desde el interior dejándonos pasar. El despacho era elegante y con mucha luz proveniente del exterior por el gran ventanal, había una gran mesa de madera gruesa en el centro y una silla negra que parecía estar bien acolchada. A los laterales habían estanterías llenas de archivos y libros muy bien ordenados. El jefe estaba sentado con su vista fijada en el ordenador y sin dejar de teclear a toda prisa. Cuando el encargado quiso pronunciar unas palabras, éste levantó el dedo para indicar que se callara, así que nos quedamos esperando a que nos pudiera atender. No tardó mucho, en un par de minutos se levantó de la silla, dejando ver la figura perfecta de un hombre de negocios joven, más o menos tendría unos 38 años, alto, moreno, vestido con su traje elegante y con un posado que imponía presencia. Se podía oler de lejos la colonia que llevaba puesta, al menos se tenía que haber echado todo el bote, ya que no pude evitar hacer una mueca con la nariz para disimular el escozor. Se acercó a nosotros y nos dio un apretón fuerte de manos, demasiado fuerte para mi parecer, lo que denotaba que se trataba de alguien dominante y seguro de sí.
-¿Hay algo más en lo que os pueda ayudar, agentes? -nos preguntó mostrando un rostro despreocupado.
-Sí, estos dos agentes vienen a hacerle unas preguntas a usted y a aquellos más cercanos al trabajador hallado muerto -le contesto señalándonos con el brazo.
-Pensaba que había quedado todo claro -respondió el jefe mientras refleja un rostro de sorpresa-. ¿No había sido un suicidio?
-Mire, señor, hemos encontrado algún detalle que nos podría indicar que se podría tratar de un homicidio, así que si es tan amable señor… -me quedé a medias al no saber el nombre de aquella persona.
-Carter, Mike Carter.
-Señor Carter, entonces -dije aclarándome la garganta-. Me gustaría poder hablar con usted y aquellos más cercanos a la víctima para hacerles unas cuantas preguntas. ¿Imagino que no tendrá ninguna objeción si sabe que se trata de un suicidio, no? Es solo burocracia -quise aclarar para restar importancia al asunto.
-Claro, faltaría más, voy a avisarles de nuevo -dijo con un tono un poco irónico.
En unos segundos ya estaba fuera del cubículo, habló con alguien que estaba cerca y volvió a entrar.
-He dicho que les avisen. En breve estarán aquí -dijo con una sonrisa.
-Agentes, les dejo al cargo de la situación -nos dijo el encargado en posición firme-. Voy a seguir trabajando en la zona donde se encuentra la víctima.
Después de esas palabras se fue, dejándonos en manos de ese jefe estilo capitalista, parecía que nos íbamos a enfrentar a una batalla de gladiadores. Carter se sentó de nuevo y siguió con su trabajo mientras que Tom y yo no podíamos dejar de observar la elegancia de ese despacho en comparación a lo que habíamos visto al otro lado de la puerta.
No pasaron ni tres minutos que cuatro personas ya estaban a las afueras del cubículo a la espera que Carter les dejara entrar. Con un simple gesto con la mano les sirvió como señal para unirse a nosotros. Había dos mujeres y dos hombres, bien uniformados con camisa blanca y pantalones negros elegantes, en el caso de los hombres, y una falda negra a la altura de las rodillas, en el caso de las mujeres. Una indumentaria muy típica de oficinista.
-Bien, les voy a presentar -dijo Carter mientras se levantaba de la silla.
Primero se puso al lado del más alto, rubio y el que quedaba a la izquierda, llamado Henry Lays, de unos cuarenta años, quien con un posado serio y mirándome fijamente me respondió con un saludo amable. Justo al lado se encontraba Steve Connor, un chico que parecía más joven, le pondría unos treinta y cinco años, moreno, no muy alto y con unas gafas circulares que le hacía parecer el empollón de la pandilla. Se le veía un poco nervioso, pues no dejaba de balancearse de un lado a otro. Después nos presentó a Lisa Collens, una mujer que parecía tener casi los cincuenta años, muy bajita aun llevando unos zapatos con tacones. Su posado era muy firme, parecía que quería demostrar seguridad, pero su mirada perdida denotaba todo lo contrario. Finalmente, la última chica, más alta que la anterior, superando la media para ser mujer y casi como Henry, Judith Faston. Se la veía joven, no le pondría más de treinta y tres años. Tenía un posado muy recatado, los pies juntos, las manos enfrente entrelazadas entre sí y mirando el suelo como si quisiera desviar la atención y pretender que no estaba ahí con nosotros.
Bien, tenemos a cinco sospechosos, quería incluir al señor Carter en esto. Había algo que no me gustaba de él, así que aprovecharía para tomarle algunas declaraciones. Entonces tenemos a: Mike Carter, Henry Lays, Steve Connor, Lisa Collens y Judith Faston. Alguno de estas cinco personas tenía que ser el asesino, estaba seguro de ello e indagaría hasta llegar al fondo del asunto.
-Perfecto. Ahora que ya estamos todos, me gustaría que fuésemos a la habitación desde donde, presuntamente, saltó la víctima -les pedí amablemente y haciendo un gesto con el brazo hacia la puerta para indicarles que saliésemos de ahí.
-Por supuesto -afirmó con una sonrisa Carter-. Por aquí, por favor.
Jajaja! Eso la semana que viene 😜
quien sera el asesino? To be continued..