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Encontrar mi camino


Muchas veces he sentido que soy como un tren, siguiendo un camino prestablecido y marcado por la sociedad. Solo mira enfrente, sigue adelante y no pares. Sin embargo, a veces he tenido la tentación de mirar a los lados. ¿Sólo hay un camino?

Cuando me doy cuenta de la realidad y en qué vía estoy viajando es cuando me he permitido girar la cabeza a ambos lados. Hay un prado verde y a lo lejos veo un bosque. La niebla que va acechando me impide mirar mucho más allá. Sin embargo, empiezo a entender que quien conduce este tren soy yo. Así que no tengo que seguir siempre una misma vía, puedo reducir la velocidad, incluso frenar y parar si fuera necesario. ¿Por qué nos ciega aquellos estímulos que vienen de fuera? No quiero que la vía marque mi camino, sino que voy a marcar mi camino con la vía. Así que reduzco la velocidad, observo la belleza y el momento que se está viviendo a mi alrededor. Ahora puedo ver mejor, puedo sentir quién soy y qué es lo que quiero. Me fijo bien, a lo lejos se entrevé la silueta de un mecanismo con un palanca. Me preparo, ya falta poco, reduzco velocidad. Saco medio cuerpo del tren estirando el brazo para llegar a la palanca. ¡La tengo! La empujo con la ayuda de la poca velocidad del tren. ¡Lo conseguí! Un sentimiento de felicidad recorre mi cuerpo e ilumina mi cara. Ahora estoy donde yo quiero estar. ¿Quién dice si más adelante no volveré a cambiar?

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