El esbozo de una bicicleta roja
- Anna Soler Soler
- 10 mar 2020
- 1 Min. de lectura

Y allí estaba otra vez. Aquella bicicleta roja, apoyada ligeramente en la valla de aquel puente que había al lado de mi casa. No tenía la menor idea de que era lo que más me atraía de verla allí. Lo único que sabía era que cada mañana, cuando abría la puerta para salir a la ruidosa calle donde vivía, estaba en la misma posición, reclinada hacia la derecha y encadenada con un cierre de color rojo a conjunto.
Me gustaba el estilo, clásica, limpia y bien cuidada. Imaginaba que la persona que se haría cargo tenía que ser una chica ordenada, elegante, con cierto estilo para la moda. En mi cabeza pensaba que me gustaría conocerla. Sin embargo, nunca había podido ver a su dueña, me bastaba con mi imaginación para poder esbozar su imagen en mi mente.
Mientras subía las escaleras de piedra que llevaban a la calle, escuché un ruido metálico, cómo si fueran unas llaves abriendo un candado. Me paralicé. No sabía si girarme, los nervios de poder conocer el aspecto de la dueña de la bicicleta recorrían todo mi cuerpo. Cogí aire.
La sorpresa que me llevé cuando me giré y vi a un anciano vestido con ropa clásica, colores neutros y una expresión melancólica.
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